Eros

Eros
Cuando te ví desnuda me devoraron los perros

viernes, 4 de abril de 2008

Violin Spider.


El sonido del metal sobre el metal producido por el tren siempre le impresiona, la autonomía de la carga en movimiento, el gasto de energía y la fuerza que se desplaza frente a los ojos intimida su cuerpo. Le sobrecoge el temor de que en ese torrente algún átomo lo este abandonando... como las parvadas, cuando menos las espera, en un instante se llevan su ánimo, lo arrancan de sí, se esfuman decididas devorando su calma. Nicolás espera un momento para tocar las vías, para sentir el calor que guardan, para reponerse de la indiferencia del artificio de hierro. Llega a casa sin aliento, al espacio invadido por muebles como una familia muda, al silencio opresivo de su cueva.

Ahí está esperando en su guarida angular como cada día el diminuto espécimen: la Violin Spider. Saber de memoria su figura le parece imprescindible: Apéndices delgados, la gama de tonos café, la terminación del grosor de un alfiler sin el peso metálico, un artrópodo, una perfección simétrica, frágil, ajena a nuestras especulaciones pero capaz de provocar una úlcera de 25 centímetros y un dolor insoportable. Imperceptible cuando en un sueño profundo se pasea por las sábanas y la entrepierna. En el techo no se alcanza a contemplar su extrema belleza, tan inmediata como el nacimiento de una sonrisa. Si le observa en demasía sufre mareos por la situación anti gravitacional de su estar. A partir de ella Nicolás se sabe ahí, sabe que la recordará, y en la memoria de nueva cuenta será una pequeña contemplación. Cualquier cosa le regala la individualidad: los libros, la lámpara, el reloj, el tren que está pasando, las vibraciones en las ventanas, incluso los recuerdos, el deseo y la inercia, rostros de sospechosas entrelíneas. Yo sé que estuve ahí por tus manos.

Fragmentos y más fragmentos, pero el "y0" que se construye no se aflige demasiado gracias a la limitación de la memoria, la posibilidad del olvido. Nicolás siempre ha tenido un anhelo de Absoluto. La Violin Spider no se mueve aparentemente. Él piensa, en dando caso que encuentre su "yo" ¿quién? o ¿qué lo encontrará? ¿el fragmento de ser una palabra? ¿de un recuerdo? ¿de un proyecto? ¿el sonido del teléfono? Recostado sigue observando su violín mudo, sabe que ese "yo" que busca ha pasado gran parte de su vida en esa contemplación. Nicolás quiere ser todo, ser siempre, ser sin fragmentos. Pero no es religioso y mucho menos le atrae el misticismo. La Violin Spider se mueve, comienza el mareo, se siente enfermo, intoxicado. Su cosmología es amante de un artrópodo. Los sonidos del tren -violentos- comienzan a fluir en el recinto, miles de átonos en estado sólido pasan al lado de la puerta, ¿Estará presenciando el infinito? Ahí, unidos unos a otros, en el coito eterno de su inmediatez. Cierra los ojos, y sigue al sonido que agita las palabras y a la materia, seguimos. El tren es su corriente cotidiana. Y no. La parvada grita pero no son sus oídos los que perciben sino su piel, aleteo en cada poro , leteo de unos labios de bronce, se abandona a la epifanía en una araña, suprime el polvo y la vida: Aletheia. Lentamente el sueño domina los párpados, salta con sus garras de espejos oscuros y circulares.
Recuerdo un peso, mínimo, apoyado en el vientre, cada paso me provoca una pregunta, ¿por qué en los sueños hay luz? ¿cómo podemos guardar ese robo así, tan indefensos? Tranquila ha mordido nuestra piel. tranquila se retira como un placer anunciado, sus leves punzadas le dirigen a Proteo: Puede ser que "Yo" sea Er, una fabulación anónima, un balbuceo, una repetición en labios de Platón ¿Un susurro en otra lengua lejana y desconocida?
Reconozco la llanura, la soledad de su tierra, ahora el dolor se vuelve intenso, corro hacia el río para calmar mi sed, cada sorbo borra mis recuerdos, observo a mis contemporáneos. La luz nos refleja, en segundos los cambios sufridos en la eternidad, somos combinaciones atómicas, en mí discuten Orfeo y un cisne evitando contaminarse con formas de mujer. Ayax bebe primero, ansiosamente, sus garras denotan la fragilidad de una fuerza infinita, sus nombres avanzan y desaparecen: Tamiris, Epeo, Tersites, Agamenón, Nadie, ese pordiosero, triste prisionero de su fatalidad. ¿Podría ser yo un perro muerto acariciado por el Ponto al amanecer? ¿Un suceso extraño? Cualquier cosa. Un árbol viejo que nadie escucha caer desde la eternidad.
Un pensamiento le confiesa: La esfera te enveneno. El dolor se vuelve todopoderoso y bebe agua observando nuestra condición proteica, desfigurada, nada la puede contener más que esa sed infinita, sin intermediarios, beber la contradicción del río, beber desde la orilla su devenir... Despertar presintiendo que algo ha perdido, cuando la Violin Spider sigue mostrándole su dorso.