Eros

Eros
Cuando te ví desnuda me devoraron los perros

sábado, 23 de agosto de 2008

Agathe

Esta canción de les Ogres de Barback me gusta mucho, me recuerda a mis amigos y a mí misma, también a Oliveira y a la ausencia de las Magas, al exceso de racionalidad con el que escogemos nuestras palabras para no mostrar lo que sentimos, a jugar a tener todo bajo control mientras muchos viven noches felices sin hacer tanta maroma y teatro.

No encontré un video de la canción o un concierto para subirlo. Le puse Agathe porque ella fue quien me mostró tantas cosas en el pequeño mundo de Condom, justamente Stephane, un profesor de filosofía me había prestado "La vida sexual de Emmanuel Kant" cuando ella me dió bastante música, me encantó. Y todo combinaba como nunca antes. Qué ternura de mujer, qué risa haber encontrado una pantera en una calle de Francia, de la cual sólo ella y yo tuvimos noticia, por supuesto nadie lo creyó, yo todavía sigo viendo sus ojos luminosos mientras pasabamos en el auto. Un misterio más, que buen regalo.

Moi Je

J'ai toujours su que j'allais te perdre Moi qui ne supporte pas le bonheur Moi qui ai toujours tout gâché J'ai toujours su que tu partirai Et si je suis insupportable, méchant, capricieux et médisant... J'ai toujours su que j'allais te perdre Moi qui ne supporte pas le bonheur Moi qui ai toujours tout gâché J'ai toujours su que tu partirai Et si je suis insupportable, méchant capricieux et médisant C'est que depuis l'âge du cartable Je n'ai jamais pu supporter les gens. Ceux qui emportent le sort De cette maudite race humaine En se disant que l'amour est fort Et de surcroît il vaut mieux que la haine. Moi qui ai toujours tout gâché Moi qui ne supporte pas le bonheur Toi qui voulut des enfants Moi qui n'en aurait jamais Moi qui n'ai jamais eu ton cran Moi qui savais que tu partirais. J'ai toujours su que j'allais te perdre Qu'un jour tu serai trop usée Que tu ne supporterai plus l'herbe Que je coupe sous tes pieds. Tu as choisis un autre que moi Et pour continuer ton chemin Que tu mènes du bout de ta croix Moi qui n'ai jamais cru en rien Un autre se promène à ton bras Je suis seul et je comprends enfin Ta colère et ton désarroi Moi qui n'ai jamais pris ta main. J'ai toujours su que tu partirai Que tu ne supporterai plus Mes avis sur tout sans arrêt Et mes réflexions malvenues Je n'étais pas contre le bonheur Mais lui m'a tant et tant déçu Qu'il en a transformé mon coeur En un bloc d'idées reçues. Que cet homme que je méprise Qui se pend aujourd'hui à ton cou Assure le bonheur de l'emprise du talent Et pour finir j'avoue Qu'il vaut 100 fois ma conscience mon désespoir et mes regrets, Qu'il a 1000 fois ma patience, Moi qui savais que tu partirai, J'ai toujours su que j'allais te perdre, Moi qui ne supporte pas le bonheur Moi qui ai toujours tout gâché Moi qui savais que tu partirai Moi qui savais que tu partirai Que tu partirai...

viernes, 4 de abril de 2008

Violin Spider.


El sonido del metal sobre el metal producido por el tren siempre le impresiona, la autonomía de la carga en movimiento, el gasto de energía y la fuerza que se desplaza frente a los ojos intimida su cuerpo. Le sobrecoge el temor de que en ese torrente algún átomo lo este abandonando... como las parvadas, cuando menos las espera, en un instante se llevan su ánimo, lo arrancan de sí, se esfuman decididas devorando su calma. Nicolás espera un momento para tocar las vías, para sentir el calor que guardan, para reponerse de la indiferencia del artificio de hierro. Llega a casa sin aliento, al espacio invadido por muebles como una familia muda, al silencio opresivo de su cueva.

Ahí está esperando en su guarida angular como cada día el diminuto espécimen: la Violin Spider. Saber de memoria su figura le parece imprescindible: Apéndices delgados, la gama de tonos café, la terminación del grosor de un alfiler sin el peso metálico, un artrópodo, una perfección simétrica, frágil, ajena a nuestras especulaciones pero capaz de provocar una úlcera de 25 centímetros y un dolor insoportable. Imperceptible cuando en un sueño profundo se pasea por las sábanas y la entrepierna. En el techo no se alcanza a contemplar su extrema belleza, tan inmediata como el nacimiento de una sonrisa. Si le observa en demasía sufre mareos por la situación anti gravitacional de su estar. A partir de ella Nicolás se sabe ahí, sabe que la recordará, y en la memoria de nueva cuenta será una pequeña contemplación. Cualquier cosa le regala la individualidad: los libros, la lámpara, el reloj, el tren que está pasando, las vibraciones en las ventanas, incluso los recuerdos, el deseo y la inercia, rostros de sospechosas entrelíneas. Yo sé que estuve ahí por tus manos.

Fragmentos y más fragmentos, pero el "y0" que se construye no se aflige demasiado gracias a la limitación de la memoria, la posibilidad del olvido. Nicolás siempre ha tenido un anhelo de Absoluto. La Violin Spider no se mueve aparentemente. Él piensa, en dando caso que encuentre su "yo" ¿quién? o ¿qué lo encontrará? ¿el fragmento de ser una palabra? ¿de un recuerdo? ¿de un proyecto? ¿el sonido del teléfono? Recostado sigue observando su violín mudo, sabe que ese "yo" que busca ha pasado gran parte de su vida en esa contemplación. Nicolás quiere ser todo, ser siempre, ser sin fragmentos. Pero no es religioso y mucho menos le atrae el misticismo. La Violin Spider se mueve, comienza el mareo, se siente enfermo, intoxicado. Su cosmología es amante de un artrópodo. Los sonidos del tren -violentos- comienzan a fluir en el recinto, miles de átonos en estado sólido pasan al lado de la puerta, ¿Estará presenciando el infinito? Ahí, unidos unos a otros, en el coito eterno de su inmediatez. Cierra los ojos, y sigue al sonido que agita las palabras y a la materia, seguimos. El tren es su corriente cotidiana. Y no. La parvada grita pero no son sus oídos los que perciben sino su piel, aleteo en cada poro , leteo de unos labios de bronce, se abandona a la epifanía en una araña, suprime el polvo y la vida: Aletheia. Lentamente el sueño domina los párpados, salta con sus garras de espejos oscuros y circulares.
Recuerdo un peso, mínimo, apoyado en el vientre, cada paso me provoca una pregunta, ¿por qué en los sueños hay luz? ¿cómo podemos guardar ese robo así, tan indefensos? Tranquila ha mordido nuestra piel. tranquila se retira como un placer anunciado, sus leves punzadas le dirigen a Proteo: Puede ser que "Yo" sea Er, una fabulación anónima, un balbuceo, una repetición en labios de Platón ¿Un susurro en otra lengua lejana y desconocida?
Reconozco la llanura, la soledad de su tierra, ahora el dolor se vuelve intenso, corro hacia el río para calmar mi sed, cada sorbo borra mis recuerdos, observo a mis contemporáneos. La luz nos refleja, en segundos los cambios sufridos en la eternidad, somos combinaciones atómicas, en mí discuten Orfeo y un cisne evitando contaminarse con formas de mujer. Ayax bebe primero, ansiosamente, sus garras denotan la fragilidad de una fuerza infinita, sus nombres avanzan y desaparecen: Tamiris, Epeo, Tersites, Agamenón, Nadie, ese pordiosero, triste prisionero de su fatalidad. ¿Podría ser yo un perro muerto acariciado por el Ponto al amanecer? ¿Un suceso extraño? Cualquier cosa. Un árbol viejo que nadie escucha caer desde la eternidad.
Un pensamiento le confiesa: La esfera te enveneno. El dolor se vuelve todopoderoso y bebe agua observando nuestra condición proteica, desfigurada, nada la puede contener más que esa sed infinita, sin intermediarios, beber la contradicción del río, beber desde la orilla su devenir... Despertar presintiendo que algo ha perdido, cuando la Violin Spider sigue mostrándole su dorso.

domingo, 30 de marzo de 2008

Velo Parmenidiano

Velo Parmenidiano


Recostada en el río, es el verano del 94, el calor es casi tan insoportable como los mosquitos y el olor a establo que emana la región del Bajío. Nos contaron que los vecinos del otro rancho, considerados solteros de nacimiento, subieron una pesada cruz de hierro sobre sus espaldas a la cima de una de las colinas para que les fuera concedida una mujer. Por supuesto, todavía siguen esperando esos larguiruchos y lívidos hermanos de nariz roja y dientes de maíz (piensa Rita, imaginando que la espían desde una de las milpas o matorrales). Sólo trae puesto el fondo beige y un sostén diminuto donde apenas se pronuncian los senos de una casi mujer, o al menos eso es lo que ella anhela.

Está sola, pues como siempre, se negó a dar una caminata hacia las compuertas de la presa, prefiere los bordos porque sabe que la gente bebe de esa agua que le gusta contaminar con su desnudez precoz. Si no fuera por los mosquitos sería perfecto el ambiente, el cielo azul, sin nubes, el calor seco, el clima desértico, los mezquites de aspecto cenizo, la caótica melodía de los petirrojos y sobre todo el amarillo del pasto muerto justo en la tierra, es lo único infinito de esta región. Sale del agua lodosa y hedionda, las sandalias se sumergen cada vez que camina, su cabeza tiene más tierra que todas las mujeres de la Biblia. Una vez fuera, el sonido de las dos pieles, pie y calzado, desesperan su feminidad intercambiando un aire de fineza por una gracia infantil que desea abortar. Se observa con un pequeño espejo un rato, decide que definitivamente necesita otro color sobre sus labios húmedos, húmedo como su cuerpo que reposa sobre un catre quejumbroso y elástico. Descubre bajo las frazadas el velo de noche contra los zancudos, más voraces en el campo, más molestos con ese sonido que desgarra la paciencia de cualquiera. En su monólogo interior descubre que podría ser una diosa guía de Parménides, se desnuda y acto seguido se cobija con el velo, agujereado por supuesto, ven amigo poeta a descubrir la Verdad, deja que te cubra con el velo, con mi ignorante seducción ávida de ser transgredida, si buscas el camino del ser abro las piernas, si eliges el no ser abro la boca, para reír. Nadie solicita en el oscuro silencio de la habitación estrechar la piel que ahora se queja de soledad. El claroscuro y el olor a insecticida a causa de las chinches vuelven más patética la situación de Rita, se desviste y viste de nuevo, ahora a adoptado un tono amargo, contempla a través de la ventana, que a lo lejos vienen sus familiares, muy a lo lejos, tardarán mínimo media hora en estar con ella, su estómago se queja de hambre, es un sonido hueco y monótono que se prolonga por varios segundos. Uno de los vecinos está en la puerta y se dirige hacia ella, es el menos viejo, treinta y cinco años mínimo. Le sonríe mientras se rasca el mentón, ella lo dirige totalmente, él lo adivina sin resistirse pero la mira con la maldita ternura predicada a una niña. 15 minutos calcula ella, sin pantaletas, con ropa, sin besos, con caricias, logra su objetivo… pero no sabía nada de la sangre. Busca papel y se envuelve. Ella le susurra no te quiero, él sale. Él, ya está en la puerta saludando a todos desde su camioneta. Comen, hablan, se despiden, regresan a la ciudad, a la luz, al agua caliente, al último año de secundaria.

Recostada en el río sueña con el poeta que le fue negado a su velo, la verdad se ha vuelto una elección apresurada, Rita sigue soñando desconsolada, la casi mujer es el lenguaje del río, se sonríe con el pasto amarillo, muerto e infinito. O al menos, todo eso es lo que ella anhela.

Erótica del Insomnio


De su cuerpo inconsciente bajo la noche espesa de calor y espasmos nacía un nuevo deseo; era fácil imaginar arrancarlo del mundo onírico, traspasar la piel y el sueño en un solo instante. Respirar en su cuello desnudo, falto de rigidez, gobernado por la tierna respiración, saltar a hurtadillas en su pecho sin pose, a la carne infinita con la que aparentemente convivía sin problema. Mujer, pozo sin fondo, sólo un deseo lanzado desde el secreto de la noche arranca tu grito de vértigo. Entonces, ese pozo indiferente se convierte en manantial con la curiosidad de la mano, del cuerpo, de la palabra olvidada. Muéstrame las infinitas posibilidades del amor y de la muerte. De tus muslos invento nuevas palabras: reino, colapso, destino. De tu vientre nace el miedo que me corroe, que me mantiene en vilo en la tierra, intento volver al hueco oscuro de otro mundo, una y otra vez luchamos, corremos, cerramos, suplicamos en lenguas extrañas, apenas inventadas, los adverbios copulan con nuestros verbos, estirándose entre sí, alargándose y contrayéndose en un gemido involuntario. Hundes tus manos en mi piel, como presentándome cada parte de mi cuerpo, -este es tu hombro- y mi hombro adquiere una existencia independiente, reconociéndose en el nombre, en tu boca. Hundía mi vientre en tu grito con alegría y asombro, con terror y angustia, loco frente a tu inconsciencia de sirena, abandonado en tu mar, sin brújula, a punto de morir ahogado en tu garganta que fluye, que me atrapa y clausura mi vida, la detiene en el puño, en tus yemas, en cualquier amenaza de caricia. Pero tu sueñas a mi lado sin darme tu boca, sin empañar los cristales de mis palabras, en una inocencia exquisita, pienso en robarte el aliento, evitar que despiertes porque el tiempo avanza y promete borrar tu sonrisa, volverte gravedad y pesadez hasta llegar al asfalto que nadie observa. Ahora guardas un secreto luz, en tus sueños aparecen las imágenes, se desvanecen, se traspasan y todo te habla sin distancias ni abismos, por qué no habría de regalarte un instante, un secreto que solo tú habrás de conocer, ningún continente guarda la virginidad de mi ofrenda...ni siquiera todos los dioses lo sabrían.















Gelassenheit: la pérdida no intencional del sujeto

Somos plantas
-nos guste o no admitirlo-
que deben salir con las raíces de la tierra
para poder florecer
en el éter y dar fruto.

Johann Peter Hebel.


El nombre de Martin Heidegger nos remite a lecturas complejas y a ejercicios de pensamiento profundos y exhaustivos. El texto que hemos elegido no es la excepción. Serenidad es la traducción de Gelassenheit que Ives Zimmerman escoge para publicación al castellano; en una acepción de diccionario las referencias son muy parecidas: tranquilidad, pausa o calma. La serenidad toma su significado de un desasimiento con las cosas cuando precisamente se encuentra rodeado de ellas.

La primer palabra con la que Heidegger presenta su texto al público alemán es la de agradecimiento. A su tierra y a todos los hombres ilustres son a quienes dedica sus palabras, pero sobre todo a artistas como el músico Conradin Kreutzer que permiten al hombre pensarse con rigor y con ello pensar, no el mundo, sino la tierra y el espíritu. La expresión, resultado de la meditación, permite al ser humano habitar de nuevo el lugar de donde emergió. Por ello nuestro pensador hace una distinción entre dos formas del pensamiento: el pensamiento calculador y la meditación reflexiva. El primero nos permite vivir, es decir, planear qué hacer de acuerdo a los problemas que se presenten, incluso jerarquizar las posibles respuestas, la explotación del suelo, las múltiples maneras de conseguir el alimento y transporte, por decir algunos ejemplos. En cambio, la reflexión meditativa implica más esfuerzo porque la respuesta no esta en un impulso de sobrevivencia sino todo lo contrario, la meditación nos acerca a la pregunta que da razón de nuestra existencia y con ello de nuestro inevitable fin.

En nuestro tiempo las innovaciones de la ciencia aplicada son cada vez más claras, existen instrumentos y medidas que mantienen a los hombres vivos por más tiempo y con una productividad estacionada en la madurez, los efectos de la vejez se retardan y evitan, ello no implica un gran problema, lo verdaderamente problemático es que la vida se prolonga sin preguntar por su sentido, se tiene la posibilidad de conservarla en buenas circunstancias, pero no se pregunta para qué se le requiere. La ejemplificación corresponde a la importancia que se le da al pensamiento calculador sobre la meditación reflexiva. Heidegger no lleva a cabo Gelassenheit por formulas corrientes, las exaltaciones y recuentos de pérdidas y ganancias quedan fuera de su exposición, muy al contrario, nos guía por el camino de la conversación y la fatiga.

La conversación se lleva a cabo por tres hombres: un investigador, un pensador y un erudito. No tiene una forma narrativa, no cuenta ni recuenta la historia de una pasión, al contrario, busca desnudarse de intenciones; Gelanssenheit es una caminata, y como camino sólo partiendo se siente el agotamiento. Sin embargo, comienza con una función de la lengua denominada como fática, es decir, con una frase que retoma un hecho ya planteado, ya preguntado, al que se le recupera del olvido.

El pensador es quien hace las veces de esfinge pues plantea los enigmas, comienza con la posibilidad de encontrar la esencia del hombre alejando la mirada del mismo. ¡Divisar la esencia del hombre sin mirar al hombre![1] , ¿cómo es posible buscar al hombre fuera del hombre? Heidegger no aclara su intención, pero la manifiesta, ¿qué es lo primero que hace el filósofo para resolver un problema? Le pone límites, lo encierra para poder sostenerlo en una conversación, en pocas palabras: trata de conceptual-izarlo, lo define. Con ello ha creído muchas veces que al ocuparse del concepto se ocupa de la cosa y termina haciendo un estudio monográfico, con una perfecta metodología, pero, sin contenido. La búsqueda de la definición es movida por querer pertenecer a un mundo, es la representación de los objetos respecto a un yo. Por lo tanto la búsqueda del mundo, y el conceptual-izar es lo que hace del ser humano un sujeto. El camino que emprende Heidegger es todo lo contrario del concepto y de la formación de un mundo:

P. Y por eso, como respuesta a la pregunta sobre lo que yo propiamente quiero en la meditación sobre el pensar, le contesté: quiero el no-querer[2].

[...]

I. ¿Estoy en lo cierto si propongo determinar la relación entre un no-querer y otro del siguiente modo? Usted quiere un no-querer en el sentido de la abdicación del querer, para que a través de éste, atravesándolo, podamos comprometernos (einlassen) en la buscada esencia del pensar que no es un querer, o al menos prepararnos a ello[3].

Dentro de la ambigüedad del querer un no-querer podemos observar el punto de partida de Heidegger. En la pregunta por la naturaleza de la que parte la filosofía podemos seguir dos intenciones. La primera al hacer del mundo una serie de representaciones, logramos manipular las causas y efectos detenidos en nuestra memoria, enunciamos leyes que se derivan de asociaciones y representamos una constante en la naturaleza, por la cual accedemos a ella. Pero, al ejercer este pensamiento, las representaciones se convierten en la naturaleza y la dependencia con los nombres se vuelve indisoluble. El concepto se vuelve todo poderoso, y precisamente, su poder reside en que las representaciones son útiles,
en donde la imagen del mundo se vuelve la realidad misma. La segunda intención, es la de comprender cómo aparece la cosa frente a lo que denominamos ser humano, pero esta comprensión no parte de las representaciones, sino en la relación directa con lo que rodea, es un ejercicio que diluye los nombres para evitar su representación, la experiencia no se inserta en la historia de la idea, sino en el acontecer mismo de un encuentro.

El querer un no-querer ha sido muy discutido, tal y como la experiencia del nirvana en el budismo, la intuición en los románticos, y el no-deseo de los vitalistas. Se les refuta por medio de representaciones, ¿el no- querer es a fin de cuentas un querer? ¿Cómo puede un ser humano dejar de representar? ¿No es un dejar de ser? ¿Cómo puede un ser humano tener un encuentro con la cosa sin relacionarlas en espacios y tiempos determinados? ¿Cómo ocurre el encuentro sin el sujeto? ¿Entre qué entidades se da el encuentro? Preguntas que para Heidegger son una preparación para la búsqueda, la disposición y el estado de ánimo son esenciales para acceder al encuentro. La caminata sigue y la noche comienza a caer:

E. Ella nos deja tiempo para la búsqueda de sentido, haciendo más pausado nuestro andar.

P. Por esa razón nos encontramos lejos todavía de la morada de los hombres[4].


El ejercicio del desasimiento (gelanssenheit) comienza por lo que se ha forjado como naturaleza humana, es decir, la capacidad de representación. Es ejercicio, como caminar por una comarca, dejando a cada paso los prejuicios sobre lo que hemos aprendido a nombrar, dejando atrás la palabra “crepúsculo” para dejar ser al ocultamiento del astro solar. El desasimiento ocurre en una participación independiente del querer. Dejar ser a las cosas sin sembrar características y obrar de tal manera que el desprendimiento ocurra. El desasimiento no es resultado de una relación o contraposición de palabra, no es dejar ni es obrar sino las dos cosas a un tiempo. Anulación de la palabra por la palabra, posibilitar entrever lo que no será una palabra.

La quietud que resulta en la espera es a lo que Heidegger llama desasimiento, ocurre, pero no por una voluntad divina. Los dioses son representaciones que nos vuelven de nuevo esclavos, sujetos. Por ello de la experiencia del desasimiento no se pude esperar consuelo, más, se espera nada.

Pobre o no, debemos estar a la expectativa de ningún consuelo, que es lo que nosotros mismos hacemos cuando nos abismamos en el desconsuelo[5].

La expectativa es algo ya preconcebido, algo que ya queremos y anhelamos suceda de tal o cual manera, al decir la expectativa de ningún consuelo, Heidegger le quita la preconcepción de lo futuro. La expectativa se cambia por la espera, la espera de algo insospechado, la espera desde un lugar que no es el yo ni sujeto, pues las ilusiones sobre el mundo y el sujeto cognoscente han sido desechadas y cambiadas por algo abierto.

La espera esta acompañada del desasimiento, qué es y cómo llegar a él es algo que se responde en la espera. Si decidiéramos el rumbo del camino de la caminata por la comarca o de la conversación dispondríamos del camino como en las representaciones y el querer aparecería de nuevo, olvidándonos lo que nos rodea por el mundo de nuevo. Cuando por la comarca topamos con un árbol no debemos relacionarnos con arboreidad, al entenderlo por diferencia y género, por características peculiares, etc. sino permitir que el encuentro se de, mirar ese horizonte silencioso y concebir su arraigo sin más. El horizonte es lo abierto que nosotros cerramos cuando lo nombramos mundo. Al decir comarca lo entendemos como un basto espacio donde todo pertenece a lo abierto, el cielo con toda la mirada, el horizonte que parece excederse, todo se recoge en la comarca y descansa en esa inquietante sensación de desbordamiento.


La comarca es ella misma, a la vez, amplitud (Weite) y Morada (Weile). Demora a la amplitud del reposar. Se amplía en la Morada de lo que libremente ha tornado-a-sí. En vista del destacado empleo que hacemos de esta palabra podemos, por tanto, decir Gegnet, contrada, en lugar del nombre corriente Gegend, comarca.

[...]

La contrada es la amplitud que hace demorar, la que, reuniéndolo todo, se abre, de modo que en ella lo abierto es mantenido y sostenido para hacer eclosionar toda cosa en su reposar[6].


Al observar todo desde la contrada, ese todo es amplitud y reposo, movimiento de quietud de cada cosa que ocurre y la disposición del ánimo esta lista para el encuentro aunque la misma amplitud sea un retraimiento, con ello las cosas no son más objetos, están abiertos, por lo tanto, tampoco el que está ahí es un sujeto, sino un existente.

En el acto de caminar se esta a la espera, el movimiento perpetuo es el mejor reposo, toda esta serie de tensiones une lo que no puede unir una representación y deja las palabras abiertas, es lo que se planteó al principio: ser capaces de comprometerse con el pensamiento sin la representación del hombre. El pensamiento es independiente de la representación del sujeto, el pensamiento que surge de lo abierto no resulta del mundo. Es claro que la principal resistencia a esta actitud frente a lo que acontece es muy diferente de lo que resulta de las representaciones, pero, devuelve su carácter de inutilidad a la filosofía. No es sólo una contemplación sino un obrar, pues el desasimiento implica una serie de pérdidas no intencionales; el sujeto, el mundo (como objeto), los conceptos y las representaciones se quedan en el camino como insustanciales, pues nunca una representación pudo ni podrá abrirse al encuentro como el desasimiento.

La experiencia de las espera en la contrada, es muy parecida a lo que Octavio Paz ha dicho de la poesía, la experiencia que saca de sí al poeta es muy parecida a la espera del ser-ahí, y me atrevo a decir, a la experiencia del amor:

La espera, suponiendo que sea un esperar esencial, es decir, un esperar absolutamente decisivo, se basa en nuestra pertenencia a aquello que esperamos. [...] La denominación del estar a la espera de la contrada es una denominación por correspondencia[7].

Cuando se mira la contrada se le piensa en serenidad, el alejamiento resulta de que el pensamiento encuentra su esencia en transcontrar la contada, su cercanía de la serenidad. Es decir, su ser-ahí resulta de lo que no es en sí mismo, sino de otro. El alejamiento y la cercanía se encuentran en la experiencia del desasimiento (serenidad), del mismo modo la poesía vuelve otro al poeta para poder revelarse tal y como aparece, sin referentes concretos, la metáfora se vuelve el principal camino para llegar a la otra orilla. No existe una preparación para el encuentro, tampoco se puede pensar este encuentro y contraposición como un referente óntico ni ontológico. Ocurre en la tensión de lo abierto, tensión que recorre todo como un dejar ser en el obrar. Cuando dejamos de anhelar la representación trascendental, cuando queremos no-querer un horizonte es cuando podemos acceder al él como contrada.

Heidegger menciona la relación entre el ser-ahí y las cosas como un encosar, no vayamos a las dificultades de la traducción sino a lo que salta a la vista, transcontrar y encosar, hacen de los sustantivos un pretendido infinitivo, lo más importante es que en algo que pretende ser acción no se encuentra ningún sujeto. La no-conjugación es la intención de dejar fuera todo sujeto, sin embargo, no deja de señalar una acción, que por no pertenecer a un sujeto se vuelve parte esencial de todo lo que se desprende en la comarca.

Esto sería un comportamiento (Verhalten) que no se erguiría en una actitud (Haltung) sino que se recogería en una continencia (Verhaltenheit) que seguiría siendo en todo momento la continencia de la Serenidad[8].

Existe una correspondencia muy bella en el acceder a la Serenidad o desasimiento, ello es la perseverancia que los conversadores llaman Instancia, pero también es en un doble sentido: Instancia e instante, permanencia y fugacidad. Lo genuino de este acontecer es que en él se da el pensar. Observar una comarca, estar a la espera, instaurarse en el fugaz momento del pensamiento, todo unido a un solo tiempo es lo que Heidegger denomina como la experiencia de Gelassenheit, experiencia que agradece por la manera en que ella va al encuentro de los conversadores, de Heidegger mismo y de nosotros si somos atentos al camino.

La esencia del pensar es nombrada por un recuerdo, un fragmento que Heráclito escribió con una sola palabra: Agcibasih. Esa palabra (Herangehen en alemán) se traduce como “ir junto a” y el erudito la relaciona con lo que ha vivido en el camino junto a sus conversadores, junto a la comarca que le permite instaurarse en el pensar mismo. Heráclito a través de sus aforismos posibilita al pensamiento, pues no habla de una representación del mundo sino una iniciación.

Si no se espera, no se encontrará lo Inesperado, que es difícil de encontrar e inaccesible[9].

Espera e inesperado son una palabra en diferentes sentidos pero complementarias, en la espera como ya afirmó Heidegger no existe una expectativa y ello posibilita que lo inesperado sea posible: el pensamiento, la serenidad e instaurarse en ello por un breve momento. La palabra griega usada por Heráclito es precisamente hacen los conversadores mientras caminan y posibilitan su encuentro con el pensamiento, van “junto a” las cosas, sin quitarles su condición propia. Incluso “ir junto a” es la acción de la espera, es decir, la atención. Ponemos atención a algo, cuando nos aproximamos a ello, y el pensamiento meditativo nos acerca a la esencia del lo que es el ser humano. Combinando las palabras que surgen del caminar el nombre de lo buscado resulta: Instaurarse por instantes en la proximidad de lo abierto. Heidegger muestra a través de la poesía (que siempre es enigma) el desasimiento que se lleva a cabo:

P. El cual nos ha guiado profundamente en la noche...
I. ...que brilla cada vez más hermosa...
E. ...sobrepasando en asombro a las estrellas...
P. ...porque el cielo les aproxima sus lejanías...
I. ...al menos para el observador ingenuo, no así para el investigador exacto...
Para el niño que hay en el hombre la noche sigue siendo la costurera de las estrellas, al aproximarlas unas a otras.
E. Junta sin ribete, sin costura, sin hilo.
I. Es la que aproxima porque sólo trabaja con la proximidad.
E. En el supuesto de que alguna vez trabaje, y no más bien descanse...
P. ...asombrándose de las profundidades de la altura.
E. ¿Podría entonces el asombro abrir lo cerrado?
I. Por el modo de estar a la espera...
P. ...si ésta es espera serena
E. ...y el ser humano sigue siendo a-propiado a aquello...
P. ...desde donde estamos siendo llamados[10].


Heidegger nos invita a ser observadores ingenuos y no investigadores exactos, buscarle nombre a cada uno de los átomos que conforman el afuera exilia al ser humano de su origen, y cuando el ser humano se auto-exilia comienza a nombrar las cosas por nombres y fórmulas concretas. El niño encuentra a la noche costurera, el ser humano se la representa como millones y millones de estrellas que como se prendieron por su misma conformación se apagarán. Al niño le parece asombroso que las estrellas tengan color de acuerdo su edad, al ser humano exiliado le da igual el tiempo. ¿Podrá el asombro abrir lo cerrado? Sí, pero ese es un modo de continuar en la espera. Agcibasih es una forma de acercarse a un misterio terrible, que se da en un ínstate, tal y como la caída de la noche.

Mientras exista la posibilidad de poder dejar de ser sujeto existe el misterio. La técnica imposibilita el misterio y ensalza el sujeto, conforma sus deseos, sus pensamientos a determinados fines e instituye las relaciones con la representación llamada mundo. Finalmente, el querer un no-querer de Heidegger fue la imposibilidad del sujeto, el ser humano se encuentra con la libertad en su más alto grado, ser libre de sí mismo.



[1] HEIDEGGER, Martin. Serenidad. Tr. Ives Zivermann. ED. Odós. Barcelona, España. 1979, p. 35
[2] Ibídem, p. 36
[3] Ibíd., p. 37
[4] Id, p. 37
[5] Id., p. 41
[6] Id, p. 47
[7] Id., p. 58
[8] Id., p. 69
[9] LA SABIDURÍA presocrática. Heráclito. Tr. Matilde del Pino. ED. Los grandes pensadores. Madrid, España,1985. p. 37
[10] HEIDEGGER, Martín. Op. cit., p. 82

Infinito Cero

1 y 2 se conocieron y tuvieron después de 9 a 3, a unos meses seguidos llegó 4, hermoso, con sus esquinas puntiagudas y su elegancia, pero no era muy querido pues cojeaba y si alguien intentaba abrazarlo lastimaba con esos ángulos increíbles, por eso el 4 es triste. Cuando 5 llegó todos fueron 5 después de más de diez años, 5 mágico pero glotón, un poco soberbio, 2 le decía: si no existiera 1 tú serías imposible. Y 1 sabía que la maldición estaba dicha y gritó: ¡nunca moriré! ¿es eso terrible? Como no había remedio y todo tendía a multiplicarse aparecieron los cuartos, los medios y los octavos que degeneraron en las décimas. Un lunar aquí otro allá, 15.75, la culpa: el incesto.
Primero comenzaron a poblar las bocas, cuando ya no cabían ahí descubrieron otro planeta más seguro en la escritura. La hoja y la tinta. No mucho duró su tranquilidad pues eran frágiles al agua, al fuego al viento y a la tierra que se colaba entre las ranuras borrando un 6 aquí y dejando ciegos a los 7 y 9 allá. Catástrofe tras catástrofe vivió ese pueblo, aún más cuando fueron enviados a una prisión virtual en donde aumentaron sus problemas existenciales. Aparecían y desaparecían en milésimas de segundos, llenaban la pantalla en una impresionante orgía y ¡Pum! Nada, una baja eléctrica, un golpe de Fortuna y generaciones eran exterminadas.
Sin embargo, nadie entendía su secreto: el infinito. Venganza era madre de 1, 0 el padre siempre ausente, y, como uno nunca conoció a cero y por más que se asomaba a los límites de su unicidad le era imposible imaginarlo, verlo, concebirlo. Aunque es viejo, 1 siempre sueña reinventarse. Cada vez que un niño aprende que los números llegan hasta el infinito y ve con desconfianza a aquello llamado “profesor” uno se ríe toda la noche viendo cómo el chiquillo quiere contar las historia de su vida, 1,2,3,4,5,6,7,8,9….1600, 1601..2700, nadie aguanta a los 7 más de 3000, el infinito es cuestión de paciencia. Y qué decir del “profesor” que no sabe usar las palabras, “hasta el infinito”, de lo más absurdo, hasta no puede usarse en la misma oración directa al infinito.
Un día 1 se asomo al linde de su unicidad y logró ver algo, desde ese día se volvió loco, cuando sueña se le oye decir: Alguien está jugando a los dados, ¿será mi padre?