Eros

Eros
Cuando te ví desnuda me devoraron los perros

domingo, 30 de marzo de 2008

Velo Parmenidiano

Velo Parmenidiano


Recostada en el río, es el verano del 94, el calor es casi tan insoportable como los mosquitos y el olor a establo que emana la región del Bajío. Nos contaron que los vecinos del otro rancho, considerados solteros de nacimiento, subieron una pesada cruz de hierro sobre sus espaldas a la cima de una de las colinas para que les fuera concedida una mujer. Por supuesto, todavía siguen esperando esos larguiruchos y lívidos hermanos de nariz roja y dientes de maíz (piensa Rita, imaginando que la espían desde una de las milpas o matorrales). Sólo trae puesto el fondo beige y un sostén diminuto donde apenas se pronuncian los senos de una casi mujer, o al menos eso es lo que ella anhela.

Está sola, pues como siempre, se negó a dar una caminata hacia las compuertas de la presa, prefiere los bordos porque sabe que la gente bebe de esa agua que le gusta contaminar con su desnudez precoz. Si no fuera por los mosquitos sería perfecto el ambiente, el cielo azul, sin nubes, el calor seco, el clima desértico, los mezquites de aspecto cenizo, la caótica melodía de los petirrojos y sobre todo el amarillo del pasto muerto justo en la tierra, es lo único infinito de esta región. Sale del agua lodosa y hedionda, las sandalias se sumergen cada vez que camina, su cabeza tiene más tierra que todas las mujeres de la Biblia. Una vez fuera, el sonido de las dos pieles, pie y calzado, desesperan su feminidad intercambiando un aire de fineza por una gracia infantil que desea abortar. Se observa con un pequeño espejo un rato, decide que definitivamente necesita otro color sobre sus labios húmedos, húmedo como su cuerpo que reposa sobre un catre quejumbroso y elástico. Descubre bajo las frazadas el velo de noche contra los zancudos, más voraces en el campo, más molestos con ese sonido que desgarra la paciencia de cualquiera. En su monólogo interior descubre que podría ser una diosa guía de Parménides, se desnuda y acto seguido se cobija con el velo, agujereado por supuesto, ven amigo poeta a descubrir la Verdad, deja que te cubra con el velo, con mi ignorante seducción ávida de ser transgredida, si buscas el camino del ser abro las piernas, si eliges el no ser abro la boca, para reír. Nadie solicita en el oscuro silencio de la habitación estrechar la piel que ahora se queja de soledad. El claroscuro y el olor a insecticida a causa de las chinches vuelven más patética la situación de Rita, se desviste y viste de nuevo, ahora a adoptado un tono amargo, contempla a través de la ventana, que a lo lejos vienen sus familiares, muy a lo lejos, tardarán mínimo media hora en estar con ella, su estómago se queja de hambre, es un sonido hueco y monótono que se prolonga por varios segundos. Uno de los vecinos está en la puerta y se dirige hacia ella, es el menos viejo, treinta y cinco años mínimo. Le sonríe mientras se rasca el mentón, ella lo dirige totalmente, él lo adivina sin resistirse pero la mira con la maldita ternura predicada a una niña. 15 minutos calcula ella, sin pantaletas, con ropa, sin besos, con caricias, logra su objetivo… pero no sabía nada de la sangre. Busca papel y se envuelve. Ella le susurra no te quiero, él sale. Él, ya está en la puerta saludando a todos desde su camioneta. Comen, hablan, se despiden, regresan a la ciudad, a la luz, al agua caliente, al último año de secundaria.

Recostada en el río sueña con el poeta que le fue negado a su velo, la verdad se ha vuelto una elección apresurada, Rita sigue soñando desconsolada, la casi mujer es el lenguaje del río, se sonríe con el pasto amarillo, muerto e infinito. O al menos, todo eso es lo que ella anhela.

4 comentarios:

crownless dijo...

Enhorabuena por tu blog y te juro por mi suscripción al Cosmo que haré como que le entiendo a tus desvaríos.

besos

Raquel Mercado dijo...

Ese juramento es lo más serio que me han dicho últimamente, así que te lo agradezco... cómo sirve sentirse de la patada para inventar cosas verdad? Besos y abrazos al gran Héctor!!!!

Das Ungeheuer dijo...

yo me arrojo a Dionisio, a sus ojos mientras escribo estas lineas por la gracia de la embriaguez y la locura...

Raquel Mercado dijo...

Eso me gusta, hace mucho tiempo que abrimos un círculo nietzscheano, pero luego nos comió el tiempo y ya casi lo olvidamos...

reich